30/7/06

Menos "yugos" y más "labia"





Cuando zumba'l resoná de la sirena 
barruntando'l bombardeo, 
el corazón encogío, 
arropao con el mieo, 
llora con sangre entumía 
po las lágrimas resecas de los muertos. 

Cuando silban esas bombas tan picúas 
resoplando dende'l cielo, 
p'ajuí del estrumpicio, 
arrebujaos con los viejos, 
las mujeres y los niños 
s'acurrucan bajo'l suelo 
al socuello de metrallas 
o, dao'l caso, en la fosa de su intierro; 
y s'ascuchan, entre'l toque d'oración 
y los lamentos, 
los gemíos d'una guerra 
envenená de dinero. 

Cuando mueren las presonas inocentes 
en los tiempos que corremos 
las historias de jediondos ideales 
s'han queao en viejos cuentos. 

No es la raza, ni el coló, 
ni los verbos, ni los credos, 
son negocios creminales 
alreó del armamento, 
que chupando de la sangre corrompía 
de políticos a sueldo 
s'atiborran con los duros 
bien ganaos por el pueblo 
con el suó de su frente 
pa'l pago de los impuestos. 

Javier Feijóo 
Del libro: "¡Asina! Sentimientos en castúo" 
Enlace p'ascuchá'l poema: Menos "yugos"...

29/7/06

Un dulce adiós al futuro



Siempre te perseguí, sin alcanzarte,
por la linde del tiempo,
entre el ayer y tú, equidistante,
camino tras de ti,
viendo cómo te vas sin alejarte.

Admiro tu fuerza, tu valentía,
tu empeño de mirar hacia delante,
dejando atrás tristezas y alegrías,
guardando en el archivo del recuerdo
mentiras y verdades.

Fabricas el pasado, y, sin embargo,
en el juego de las adivinanzas
trastornas la partida;
lo sé porque lo leo en tus pisadas,
me llevas, cual mochila
ceñida con mis años,
pegado a tus espaldas,
cumpliendo la promesa que a mi vida
hiciste de no verla cara a cara.

Mas girarás la cabeza algún día
cruzando mi mirada,
quedarás mi existencia a la deriva
cegando mi visión con tu semblante,
y en tus ojos veré la despedida...
tu firme decisión de abandonarme.

Sólo espero de ti,
llegado sea ese instante,
me des un dulce ‘adiós’ al alejarte.


Javier Feijóo

27/7/06

¡Extremadura, sí, Extremadura!








¡Extremadura, sí, Extremadura!
Entre rosas empuñadas bajo un vuelo de gaviotas...
esperando.
Marañas de poder
cubren tus campos
y tus pueblos
de níveos encalados.
Y dolosas aún entonan tus rapsodas
viejas deudas que jamás se amortizaron.

¡Extremadura, sí, Extremadura!
Tierra y sol,
sudor callado...
tatuajes indelebles
en tus manos.
Hoy tu rostro,
siempre recio, siempre pardo,
curtido bajo el sol más generoso,
se dibuja goloso, sin rubor subvencionado,
reavivando el color de los silencios
degollados con el filo del arado.

¡Extremadura, sí, Extremadura!
Campo y cielo,
campo, campo...
Tierra abierta a los castizos de nacencia
con olor a lejanía, remarcados
con el hierro incandescente del progreso permitido
a ingratos codiciosos de poder y en avaricia malcriados,
que hoy degustan con soberbia ese jugo efervescente
exprimido a tu sudor y a tu trabajo.

¡Extremadura, sí, Extremadura!
Voz y voto apacentado con paciencia desmedida,
y gruñidos desquiciados de berraco enrabietado
confundido con reclamos de futuros
extraños a tu oído extremo y llano.
Diglosia en las veredas de una tierra
que labrada con los versos de otros cánticos
atesora tu fuerza arrolladora
y adorna con su paz tu liderazgo.

¡Extremadura, sí, Extremadura!
¡La de gritos que aún retumban
en tus campos
contra el eco de lucrados consentidos!
¿Y aún caminas voceando
tus lamentos,
cuando al frente, al costado,
y a tu espalda,
vas quedando,
sin pudor, negando historia,
tu cultura y tu verbo hechos migajas,
y empapados con tus credos
vas vendiendo
los pañuelos desdentados
con tus lágrimas?

¡Extremadura, sí, Extremadura!
¡Estremézcase tu piel parda,
piel dura,
y reluzca en tu mirada
la esperanza!
¡Que rebrote de la tierra
tu bravura
y en tu frente
brille el sol
de otras mañanas!
¡Reivindica los derechos adquiridos
con el peso del trabajo
que esparcido
desnivela a tu favor
cualquier balanza!

¡Extremadura, sí, Extremadura!
Paño verde, blanco y negro,
de esperanza,
pureza y sentimiento.
Desde el cielo más azul
del firmamento
descolguemos orgullosos esa falda
que lucen con alarde nuestras madres,
altivas, arrogantes, con talento,
concienciadas
de la herencia de unos pechos
que amamantan con coraje
y sin complejos
exquisitas bondades adobadas
con la historia que escribieron con su sangre
los valientes que surcaron los océanos.

¡Extremadura, sí, Extremadura!
Entre rosas empuñadas bajo un vuelo de gaviotas...
esperando.
Tierra y sol,
sudor callado...
Campo y cielo,
campo, campo...
Voz y voto apacentado con paciencia desmedida,
y gruñidos desquiciados de berraco enrabietado.
¡Estremézcase tu piel parda,
piel dura,
por los gritos que aún retumban
en tus campos!

¡Extremadura, sí, Extremadura!
Paño verde, blanco y negro
de esperanza...
Luz y sombras
en los pliegues de tu falda.


Javier Feijóo 
(Del poemario "Cajón de sastre")

24/7/06

Carta a mi adolescencia


Los años me distanciaron de ti
cumpliendo su obligado calendario.
Me alejé poco a poco,
desdeñándote
a pesar de los recuerdos;
y ahora...
mi tiempo se ha llenado de otras cosas.

Mi crédula inocencia
convencida huyó,
se fue contigo,
quedando en mí la esencia de tu risa
ardiendo en esta edad
de alegría a medias.

Se ha borrado el rubor de mis mejillas,
aquél que dibujabas sin querer
mezclando los colores con las dudas.

Ahora el tiempo se me antoja presuroso,
amanecen arrugas en mi piel,
y los años van tiñendo mis cabellos
del color que me distancia más de ti.

Pero aquella bocanada de aire fresco
soplando en el umbral de mi experiencia,
y aquel cálido roce de unos labios
en su dulce posar sobre los míos
degustando el sabor del primer beso
mantienen el color de tu sonrisa

ocupando su espacio en mi memoria.

Javier Feijóo
(Del libro: "Poetas en La Regenta")

21/7/06

Con cara de...


CON CARA DE DON NADIE
(Sinopsis de una novela de pseudoficción)
No se reconocería ante el espejo. Ese habría sido el objetivo y el éxito de la primera fase de su plan alternativo. Lo habría logrado en una de sus clínicas particulares, donde la confidencialidad de los expertos en cirugía estética quedaría garantizada, porque el subterráneo edificio se autodestruiría misteriosamente, con toda la plantilla en su interior, en el preciso momento de su alta hospitalaria. Conseguiría escapar sano y salvo del férreo acoso de sus enemigos y se instalaría cómodamente en el corazón de sus verdugos, ostentando su nueva identidad, codeándose con quienes habrían provocado el derrocamiento de su régimen dictatorial.

De la estructura humana que habría sido hasta aquel momento, no quedarían reconocibles ni sus huellas dactilares, ni tan siquiera el color de sus ojos, ni el timbre de su voz. Pero su cerebro permanecería intacto. En él seguirían almacenados sus recuerdos y se mantendrían incólumes su ambición, su rencor y sus insaciables delirios de poder.

Nuevo rostro, nuevo nombre y apellidos, nuevo domicilio, usurpados a un don nadie sin familia, sin amigos, de quien él habría custodiado y renovado celosamente los documentos de identidad de su país natal. Un don nadie que habría vivido mimadamente cautivo durante muchos años en algún recóndito lugar paradisíaco, de donde únicamente habría salido, escrupulosamente custodiado, para firmar documentos en determinadas entidades financieras occidentales. Un don nadie, tal vez secuestrado mientras dormía acurrucado entre cajas de cartón en una boca de metro de alguna gran ciudad europea o americana. Un don nadie que nunca habría tenido conocimiento de que se había convertido en el titular de numerosos negocios con suculentos beneficios, sabiamente distribuidos por los incondicionales de quien ahora le robaría su vida, su apariencia y su identidad. Un don nadie que habría atesorado una colosal fortuna, ajeno a su condición de testaferro de un tirano dictador.

Y quizás varios años después, en algún país de altos niveles de analfabetismo y credos desfasados, los ejércitos aliados en pro de la libertad se verían forzados a asumir su dignísima responsabilidad de derramar sangre inocente por el bien de toda la humanidad, para derrocar a algún dictador. Tal vez a uno con cara de don nadie.

Porque quizás los dictadores, como la energía, nunca se destruyen, solo se transforman. Y a veces, obviando escepticismos, hasta podrían llegar a reencarnarse.
Javier Feijóo
Publicado en la Antología "El vuelo de la palabra"

15/7/06

Amor, dolor y herida

Dónde tus manos, dónde... ¡No en mi herida!
Dónde tus labios, dónde... si mi boca
sedienta está de amor... ¡se vuelve loca!...
e ingenua se desnuda a ti... ¡mi vida!

Y se desnuda el alma dolorida,
y el corazón al paso se desboca,
y tropieza mi voz contra esa roca
que aplasta a un corazón en la caída.

Decir...¡te quiero!... es nieve en una brasa
cuando revienta el sol ante mis ojos,
y el fuego es del amor esa carcasa

mullida entre el dolor de los despojos.
Amor, dolor y herida... todo casa...
y muero por besar tus labios rojos.

Javier Feijóo

12/7/06

D'argunas cosas que cuentan...

D'argunas cosas que cuentan
en Cartas al Directó


¡Qué pena me da ese tío!
Tos los días aguantando
las miasmas d’argún cretino:
“...Que si el tráfico está mal...
...que los precios han subío...
...que si el joyo de la calle...
...que si está mu sucio’l río...
...que si los parques del barrio
son demasiao chiqueninos…”

¡Qué joé, siempre lo mesmo!
El probe estará aburrío.
O le dan gracias a arguien
o arrebuscan lo podrío.
Pa mí qu’a ese directó
no l’importará un comino,
porque si no, de seguro,
que acabaría jodío;
y dirá pa sus adrentos,
argo mustio y mu mojino:
- “¿No habrá cuentos más alegres
pa contagle a los amigos?”.

Como casi toa la gente
tos los días leo’l piriódico
(mu despacio, pa entendeglo,
qu’a veces trae desatinos),
pero si leo las Cartas
me s’entornan los ojinos
y cuando no m’entra sueño
será porque yo me río
de la jartá e chiflauras
qu’icen, como desafíos,
contra’l concejá de turno
o er jo puta del vecino:
“…que no le deja dormí
po la noche con los ruíos…
...que su perro s’ha jiñao
en la calle o en er quicio…”

Yo pienso qu’a lo mejó
no es el boser del vecino,
pué se un chucho descarriao
que no encuentra argún bujío
porque naide sabe quién
(quizá un primo der de’l quinto)
sin queriendo ha abandonao
de veraneo’n el camino.

Y me jacen mucha gracia
los que se quejan de vicio,
esos qu’icen qu’en las noches
del verano enardecío
no son escapá e dormí,
que no aguantan el bullicio
del palroteo de la gente
y las voces de los niños,
y las risas provocás
por los chistes divertíos
que sofocan la caló
en las noches del estío.

Y a lo mejó tién razón
(visto dende’l quinto piso
y habiendo durmio la siesta,
qu’en Badajó es lo propicio).
Pero deben de sabé,
iciéndolo sin cinismo,
que arguien dijo arguna ves
(y lo dijo convencío)
que aquí “en Badajó se vive”;
y eso se sabe de fijo.


Aquí el que quié se divierte
sin metese’n ningún lío;
y el que tié sueñó se duerme
y deja en pas al vecino.

Si no quién tené poblemas
se puén sentá baj’un pino
y escribí otras novelas;
o a la vera d’argún río
con la caña de pescá
(si acaso tienen premiso),
con la cesta e la merienda,
con la gorra y los avíos,
y s’orvían de follones,

d’estos que llaman “civismo”.

Javier Feijóo
Del mi libro: "De la corteza de la encina"
.

11/7/06

Al olivo extremeño



Viñedos en fila,
jarales y cardos;
almendros, cerezos,
terrones y barro;
castaños y encinas
en mis ojos pardos.

Y tú, siempre tú,
ungiendo el paisaje
con tu verde llanto.
Javier Feijóo

9/7/06

Corrupto





Tú, corrupto, sin coartada, has perdido
el futuro de ambiciones que entre manos
te guardabas. Traicionaste a tus hermanos
por codicia. Ahora solo en el olvido

has de vivir. La memoria de aquel nido
fraternal te hará llorar, y, más que vanos,
esos llantos no serán sino lejanos
aleteos de un pasado malherido.

Ahora vagas desolado en las tinieblas
de un desierto solitario, y naufragas
en su arena con la fuerte conmoción

de los vencidos, herido, con las llagas
purulentas en tus manos, esas manos

que te asquean nauseabundas como plagas.

Javier Feijóo

8/7/06

Y sigue lloviendo


Nacemos llovizna de nuevos misterios
bañando la aurora
dormida en el tiempo.

Crecemos llovizna con gotas de duelo
regando coronas
mecidas al viento.

Cuando la llovizna se torna aguacero
la vida se moja
de adioses y miedos.


Y pasan las horas...
...y sigue lloviendo.


Javier Feijóo

6/7/06

Preposicionando al verso


Con el verso comulgan los poetas,
en el verso se encuentran compartidos,
hacia el verso se sienten atraídos,
sin el verso se vuelven majaretas.

Desde el verso dirigen sus veletas,
para el verso presumen ser nacidos,
bajo el verso se saben los vencidos,
por el verso compiten como atletas.

Ante el verso, perpejlos, enloquecen,
contra el verso no encuentran argumento,
sobre el verso descargan su lamento.

Hasta el verso caminan, se estremecen,
tras el verso demuestran su talento.
(Preposicioné al verso en un momento).

Javier Feijóo

3/7/06

El sol


El sol quemó las naves de mi sombra
y aprendí a vivir con la luz.
Mañana será otro día.

2/7/06

La hora de los jueces

¡Señol Jues, no haiga naide qu’embarre su sentencia!
¡Embargal de toas las muertes los avíos,
y las jocis afilás, los desvaríos
d'esas ansias desbocás de la impacencia!

¡Señol Jues, arrebañe’l jondón de su concencia!
De la lágrima y la sangre nacen ríos
que desaguan en un mar d’escalofríos
sazonando la venganza con pacencia.

¡Señol Jues, ya pué usté dir pasando más alanti!
¡Arrempuje usté p’alanti ya sin mieo!

Si tién culpa que la paguen al instanti.

Pero a vel, Señol Jues, no caiga usté’n el enreo,
ni en las mesmas junciones d’andenanti,
y agile con la Ley sin titubeo.


Javier Feijóo
(Publicado en Diario HOY, Opinión 7 Julio 2006)
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